
La hacienda del padre de Gabriel siempre había sido un escape para ellos, de niños eran sus padres quienes los llevaban, ahora cuando pueden se dan una escapada y pasan un par de días relajantes y tranquilos ahí. Al llegar la noche suben hacia la colina como habían hecho desde niños. La oscuridad desde ese punto es más bella, se puede divisar hasta donde toca la luz de la luna. El mundo comienza y acaba, justamente, ahí. Ellos la bautizaron como mondu, porque es el mundo que sólo ellos pueden ver. Donde solo ellos caben. Todos sus secretos y deseos se quedarán grabados en ese aire, en ese pequeño espacio protegido por la barrera imaginaria que crearon el día que descubrieron este lugar.
- ¿Te acuerdas la primera vez que vinimos acá?- dice Gabriel con un brillo radiante en sus ojos.
- Claro, cómo olvidarlo. Estábamos jugando a buscar tesoros escondidos. Eso hace como diez años ya.
- Si y sólo éramos amigos. – Expresa Gabriel con algo de melancolía. Se queda quieto `por un momento, mientras Raquel sigue subiendo la cuesta a paso seguro.
- Apúrate oye, o, me vas a dejar ganar esta vez.- La propuesta hace brotar una sonrisa de la cara entristecida de Gabriel. Inmediatamente comienza a correr.
- ¡Gané, gané!- Grita Raquel excitada.
- Tuviste mucha ventaja, no vale. Vamos por la revancha.
- Otro día, ahora no bajo ni loca. Estoy muerta.
Se echan en el césped mirando hacia el cielo. Están muy agitados por la carrera. Raquel mira a Gabriel de reojo, pero cuando el voltea a verla vuelve su mirada hacia el cielo y pone sus brazos detrás de su cabeza.
- Es una noche linda ¿no?- Raquel se sienta y enciende un cigarro.
- Si, oye quería hablarte de lo de la otra noche.
- Para qué, lo pasado pasado Gabito. Además, la verdad, es que hace un tiempo que me pasa lo mismo.
- Pero…
- No digas nada, no tienes que justificarte.
- Es que yo no quise decir eso, estoy muy arrepentido.
- Mira…cambiemos de tema…acuérdate que cuando decidimos tener una relación, también decidimos…
- Si, si, ya sé.- Interrumpe Gabriel impertinente.
Raquel coge la mano de Gabriel y la aprieta fuerte.
- Te quiero.
- Yo te amo Raquel.
De pronto se oye un estruendo. Ha comenzado una tormenta. Los dos jóvenes salen corriendo hacia la casa hacienda. Están empapados. Gabriel abre la puerta lo más rápido que puede, los dos intentan entrar a la misma vez, se tropiezan, Raquel pasa primero y se va directamente hacia la habitación. Al volver Gabriel había encendido la chimenea.
- Raqui acá vamos a estar calientitos, ven.
- Sorry, pero tengo mucho sueño. He venido a decirte buenas noches.
- Pero…tenemos queso y el vino que más te gusta.
- No me siento muy bien. Hasta mañana.
Gabriel se ha quedado atónito pensando en lo que acaba de ocurrir. No sabe qué hacer si ir a buscarla o gritarle que baje, que tiene todo listo, que le quiere preguntar algo importante. Finalmente, abre el vino y lo bebe solo.
A la mañana siguiente, se despierta con un fuerte dolor de cabeza.
- ¿Raquel?… ¿Raquel?- Al levantar la mirada hacia su mesa de noche, se da cuenta que encima de ella hay una nota. La abre. Se tapa los ojos suavemente y comienza a llorar.
- Hasta pronto Gabo.
Raquel